Por
Ana María Ramírez Zarza y José Yorg.
“En José Yorg y Ana María Ramírez de Yorg he
encontrado una vocación cooperativista que, sin desmayos en sus largos
trajinares de maestros tierra adentro, han encontrado una manera de “formar”
para la vida a sus alumnos.
Sus experiencias, sus investigaciones, su afán de servicio, su amor por los
niños, han enriquecido su enseñanza áulica y el contacto de ésta con el entorno
comunitario que rodea la escuela.
Así lo han visto, y así lo transmiten, estos dos maestros argentinos que
vuelcan lo que la vida sana y el estudio constante les ha ofrecido para
sembrar, desde los primeros pasos escolares, lo mejor del ser humano, su afán
por servir, Formosa, una de las provincias más necesitadas de la Argentina fue
la receptora de sus inquietudes”. Dra. María Argentina Gómez Uría.
De vez en cuando viene bien reflexionar
sobre lo que nos pasa a los maestros que nos recibimos en el siglo XX y
seguimos enseñando en el siglo XXI, Algunas cosas han cambiado, otras cosas han
empeorado, otras cosas siguen tan igual que confunden. Sólo el afecto de los
niños se mantiene incólume.
Una de las cosas que han empeorado a
ciencia cabal y en progresión potencial es el estrés laboral, pareciera que el
sistema de dirección técnica se ha desquiciado a juzgar por la enorme y variada
cantidad de trabajo, de los proyectos que debemos elaborar, en fin.
Los trabajos burocráticos superan las
energías que gastamos en enseñar, ah, y no olvidemos las benditas rifitas y
empanadas que se debe vender para recaudar fondos.
Resulta una contradicción tan enorme el
hecho de tanto papeleo burocrático en la era de la comunicación global, de las
computadoras, de la Inteligencia Artificial-IA-, algo no está bien.
Ni hablar de la presencia y fastidio que
ocasionan las llamadas “madres tóxicas” que en verdadera competencia atlética
generan problemas que sólo ellas comprenden su naturaleza y origen.
Bueno, a pesar de esos pesares aun es
maravilloso enseñar, ingresar al aula y encontrarse con los niños/as realmente
no tiene precio, sus caritas hermosas, sus picardías, sus travesuras y lo más
hermoso: Sus gestos cariñosos, compensan y alegran el alma.
“Cada
maestro con su librito” dice el refrán conocido,
y es verdad, cada quien tiene su manera de conectarse con los niños, pero una
cosa aseguramos: Todos/as los/as maestros/as motivamos al educando a que ame
estudiar, que ame leer y reflexionar, que sume entusiasmo, que reste agresión,
que multiplique compañerismo y que divida y comparta sus lápices, borradores,
sus colores, etc., etc.
A pesar de los pesares el trabajo vocacional
del maestro sigue siendo el mejor oficio y seguramente lo seguirá siendo. Nuestro
mayor orgullo es haber sido maestros rurales, de tierra adentro.
Recordamos, cada tanto, a nuestros
profesores del Instituto de Formación Docente, una en especial que siempre nos
insistía, “cualquier método de enseñanza es bueno siempre que sea bondadoso,
pero, lo más importante es enseñar y seguramente van aprender".
Escuela
y familia, un solo corazón.
“El amor por este trabajo vocacional, tan poderoso
para un pueblo instado a formar conciencias sanas y responsables en lo más
valioso de toda comunidad, sus niños y su juventud, es el deber ineludible de
quienes se vuelcan a la tarea educativa. José y Ana María Yorg así lo ha
entendido y así lo practican y transmiten con generosa entrega para que cada
receptor se enriquezca y haga crecer con su creatividad esta herramienta
pedagógica” Dra. María Argentina Gómez Uría.
La familia tiene el sagrado derecho y
deber de desarrollar en la mente y en el corazón de sus hijos/as el respeto, la
pulcritud, la amabilidad, la colaboración, cumplir sus deberes, entre otros.
Este proceso de desarrollo actitudinal positivo a favor del niño se llama “Formabilidad”.
La escuela, el maestro/a se abocará a
desarrollar la “Educabilidad” que es aquel atributo, aquella cualidad, que
tenemos los seres humanos de aprender.
Pongámonos nuestra atención unos momentos
sobre esto de la “Educabilidad”. Johann Friedrich Herbart (1776-1841) filósofo, psicólogo y pedagogo alemán dio
estatus de concepto fundamental de la Pedagogía y hoy en el siglo XXI cobra
toda su potencia científica
ante la crisis educativa en todo el mundo.
Entonces, todo pareciera que pedimos: ¡Socorro,
somos maestros en el siglo XXI!
¡Pero no!, Repetimos y ratificamos, a
pesar de los pesares no pedimos socorro, pedimos respeto y consideración a los
maestros/as de esta bendita tierra argentina.
Parafraseando al gran maestro Paulo
Freire damos un fuerte abrazo para el cierre:
“La escuela democrática que precisamos no es aquella en la que sólo el maestro
enseña, en la que el alumno sólo aprende y el director es el mandante
todopoderoso”.