miércoles, 8 de junio de 2022

El cooperativismo debe construir una correlación de fuerzas política favorable para bien de la humanidad.

 

Por José Yorg, el cooperario.

 

 

“Las cooperativas somos sistemas para el bien común, sistemas que no producen sólo bienes y servicios, sino que pasan a producir de manera rotunda para el bien común. Somos empresas agropecuarias hechas por personas, no sólo por el capital, basadas en valores que generan riqueza económica y social, cuidando al territorio y comprometidas con la comunidad.” Danilo Salerno.

 

 

 

Alicia Bárcena, ex  Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) quien participó en la vigésima segunda Conferencia Regional de Cooperativas de las Américas en el año de 2021 llamó “a fortalecer la política pública dirigida a las cooperativas y al fomento de las demás organizaciones de la economía social y a emprender acciones para que puedan contribuir más decididamente a la construcción de un nuevo modelo de desarrollo caracterizado por la igualdad, la sostenibilidad y la democracia, no solo política sino también económica, durante la vigésimo segunda Conferencia Regional de Cooperativas de las Américas”.

Pero como dijo alguien que sabía de realidades que “el mundo no está hecho tan felizmente”

Es decir, ya no es posible seguir actuando como si todo será equilibrado por el mercado, esa mentira institucionalizada por los liberales y replicado en las universidades.

La verdad es que en las sociedades se desenvuelven disputas de sectores de diferentes intereses que pugnan, algunos sectores con menor fuerza organizativa y débil desempeño en las defensas de sus derechos quedan a merced de los designios que establecen los grupos de poder concentrados, quienes acumulan poder político que les garantizan supremacía, he aquí el dato indiciario de la realidad.

La potencia económica y política del cooperativismo está destinada a favorecer una mejor relación social y un equilibrado mercado.

Entonces, la pugna entre los que quieren mejor vida, y los que se resisten a una democrática y equitativa distribución de la riqueza social nos ilustra con toda solvencia lo que se denomina correlación de fuerzas.

Estamos conscientes, por supuesto, de que abordamos este asunto con la máxima  simplificación analítica posible, puesto que no estamos encarando una teorización de alto nivel, sino que apuntamos a unas reflexiones con contenido didáctico.

En ese sentido, encontramos en el artículo de  Jorge Vargas Cullell, columnista de La Nación de San José, Costa Rica (2015), una sencilla conceptualización de lo que implica la “Correlación de fuerzas”: El balance de poder entre distintos grupos, balance que surge de las capacidades económicas, organizativas, morales y técnicas que cada uno posee y puede movilizar para la acción política. Es una correlación porque el poder de uno se mueve en relación con el del otro. Funciona como el póker: a veces uno tiene una muy buena mano, juega fuerte y se suena a los demás; en otras, la cosa está muy comparada y el éxito depende de la habilidad para hacer creer que se tiene una buena mano. Y, cuando las cartas son malísimas, la cosa es ver cómo no perder tanto. También ocurre que uno se “enchola”, y apuesta fuerte porque cree tener una mano ganadora, y pierde hasta la camiseta”.

La fortaleza organizativa y política de las cooperativas son requerimientos humanitarios de la hora histórica actual porque pondrá en equilibrio positivo las disputas actuales en el mercado en que campea el peligro de la hambruna en el pais del trigo,la miel, la tierra más fecunda, y de los hombres y mujeres laboriosos.

Lo repetimos, construir una correlación de fuerzas política favorable cooperativa es imprescindible y urgente. Pensemos en las palabras del gran maestro Dr. Erico E. Panzoni:

“El mundo se encuentra en una etapa decisiva, y el futuro depende en su totalidad de las medidas que se adopten para alcanzar una justa distribución de la riqueza, que ofrezca a las grandes masas humanas amplio acceso a la cultura, a los servicios sociales y en consecuencia al goce pleno de vida.

Si realmente queremos que este proceso se cumpla sin que se pierda la libertad individual, es decir, dentro de la democracia, no podemos sino estimular toda medida tendiente a ubicar al pueblo dentro de organizaciones cooperativas, cualesquiera sean sus fines.

No se puede pensar que las personas poco preparadas y sin dinero pueden llevar a cabo sus asuntos particulares sin ayuda ni consejo.

El método cooperativo cumplirá más acabadamente cuando se extienda a todos los sectores de la población, con las aspiraciones de quienes trabajan para que de una vez por todas la vida humana deje de ser una sucesión de días entregados al trabajo y al sueño, donde se anulan las actividades productivas”.

¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!

 

 

 

 

 

 

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