¿Acaso podría interesar la vida y la obra de un
educador social en estos tiempos turbulentos, y de escasas referencias dignas,
constructivas y resiliente, como lo es José Yorg?
Por
Ana María Ramírez Zarza.
“…a aquellos educadores que muchas veces
arriesgaron su comodidad personal y su crecimiento profesional en pos de
defender posiciones pedagógicas, dar cabida a corrientes no hegemónicas como la
educación para el trabajo, el cooperativismo, la educación por el arte; dar voz
a los niños y niñas; aprender y enseñar a producir la tierra; incluir a lo
diverso y transformar el statu quo.” Cintia Rogovsky, en sinopsis sobre el
libro “El inspector Ratier y los maestros de tierra adentro” de Adriana
Puiggrós.
Ante todo lo que nos mueve a exponer algunos rasgos de esta personalidad educativa, más allá de sus ejemplares virtudes, es valorar personalidades útiles a la sociedad y contrarrestar-de algún modo-la avalancha de posicionamientos públicos con que
instalan los medios hegemónicos a falsos profetas, políticos advenedizos y mentirosos y toda imposición de figuras de papel.
¿Acaso podría interesar la vida y la obra de un educador en estos
tiempos turbulentos y faltos de referentes dignos, constructores y resiliente?
Arrancamos con ese interrogante que pone en tensión y rigurosidad sobre
el posible aporte social y cultural que significa el texto que pongo a
disposición para su lectura, reflexión, la crítica y el debate, puesto que a mi
juicio, nos debemos interpelar como pueblo formoseño sobre la relevancia de
figuras como la de José Yorg y su obra educativa.
En sus comienzos como maestro rural se apoyó en las concepciones
pedagógicas de Pablo Freire pero pronto se enfrentó a las contradicciones que
descubriría en dicha pedagogía a partir de aspectos maravillosos pero muy
teóricos e insuficientes ante la realidad de niños labriegos que llegan tarde
al inicio escolar en razón a trabajos en la cosecha de algodón.
Para él, promover “diálogo” con los educandos era vital
porque lo vinculaba de manera directa a la apropiación del conocimiento, por lo
cual abiertamente inició una doble vía, les hablaba en parte en guaraní y en
parte castellano. Sostenía que el guaraní es una lengua muy dulce y expresiva,
que facilita quebrar prejuicios mal intencionados que opacan la conducta, dado
que los hacen niños cohibidos.
Se demostró a sí mismo que la sombra negra
sobre el hablar guaraní era una falsa total, al contrario lo enriquecía, y allí
se reprochó por no haber aprendido alemán de su padre para incorporar a su práctica aumentando las posibilidades de expresión
de manera que les sirva al niño para traducir sus vivencias significativas y
como vehículo para construir culturas ampliadas, y para integrar al medio otras
miradas.
Pero el problema vital de las familias campesinas, de peso en ellos, que
son verdaderos cercos en sus vidas, es el hecho de que ejercen una forma
individualista y feudal de producción donde la mano de trabajo son sus propios
hijos en un mundo capitalista donde es necesario el conocimiento empresarial y
el funcionamiento del mercado de ofertas y demandas.
Quedó claro para Yorg que la educación común no tiene las respuestas
demandadas para quebrar la perpetuación desventajosa del constante circulo de
empobrecimiento. En su mente y corazón ya no anidó ninguna duda: la respuesta
es cooperativa.
Pedagógicamente Yorg concluyó que la ausencia del cooperativismo
escolar, como oferta educativa, constituye,
en especial en el ámbito rural,
una carencia, una omisión perjudicial, toda vez que ello implica, por
una parte, una situación educativa en que se aíslan saberes, situación que
coloca al educando rural en debilidad de aprovechar oportunidades en su medio,
sin embargo, de proceder a dotarlos de tales saberes se empoderarían de
habilidades, destrezas y capacidades organizativas empresariales que
favorecerían y darían por resultado una mentalidad emprendedora.
Entre puestos de gestión educativa ha sido Consejero Educativo
Departamental (Laishi), en doble
representación de los padres y docentes, desplegando una acción
educativa-social efectiva, promoviendo los huertos escolares y familiares,
abordaje educativo-productivo que más adelante de su trayectoria y dentro del
ProDeCoop-Escolar establecería una provechosa estratégica alianza con el
programa Pro-Huerta del INTA.
La forja de José
Yorg como educador rural a educador social, ejemplo de resiliencia.
Caminando una polvorienta ruta hacia su primer nombramiento como maestro
de grado suplente en una Escuela del interior formoseño hace “dedo” y lo “alza”
una Supervisora Escolar, la Prof. Lina Frederich de Acuña, quien le habla de la
necesidad de incorporar saberes del cooperativismo escolar dado que los
educandos, hijos de labriegos, trabajan muy bien la tierra pero desconocen los
aspectos empresariales que les permitan superar sus debilidades mercantiles
ante el intermediario que menoscaba el precio de sus productos.
En el pueblo donde residía, San Francisco de Laishí, se desata una
situación enojosa derivada de un mal servicio de provisión de agua potable de
la cooperativa local, circunstancia que desnuda una dolorosa realidad:
desconocimiento absoluto de la población sobre las características de una
empresa cooperativa. Lidió junto a otros vecinos por un proceso de
normalización de la entidad, encarando personalmente la difusión y
conocimiento, valiéndose para ello de la Ley 23.337 en mano, casa por casa.
Estos hechos acarrean desaforadas actitudes de parte de los decisores políticos
y arremeten contra Yorg con injurias y denuncias penales que son desarmadas una
por una. Una y otra vez se suceden contrariedades a las acciones positivas
socialmente hablando, y que debe superarlos, su capacidad resiliente es
proverbial.
Nuevamente animado por la Supervisora Escolar, Yorg, decide estudiar en el
Instituto Universitario Formosa-IUF-, hoy, Universidad Nacional de
Formosa-UNaF-, la Tecnicatura en Cooperativismo, pero se encuentra con la
novedad que se decidió cerrarla. Tres años después, julio del año de 1989 se
logra, no sin una intensa acción, reabrirla.
Allí conoce a sus colegas e impulsa la constitución de una peculiar
cooperativa que represente y defienda los interés del profesional universitario
“Técnico en Cooperativismo”, año de 1992. Fundan TECNICOOP, Cooperativa de
Provisión de Servicios Cooperativos y Sociales.
Establece los lineamientos transcendentales de la nueva entidad en base
y sustento de un riguroso examen de la realidad cooperativa formoseña, de los
tiempos neoliberales, y asigna de tal modo las tareas a encarar en lo
educativo, en lo gremial y político cooperativo. Así emergería lentamente el
talento de la conducción política estratégica y táctica cooperativa de José
Yorg.
Sin dudas que el desempeño político cooperativo de José Yorg en el
escenario social argentino y latinoamericano ha inaugurado un nuevo arquetipo
de conducción política del cooperativismo a través de una personalidad pujante.
Ha logrado instalar en la agenda publica el tema cooperativo, y lo ha hecho en
una dimensión de relevancia.
No se sitúa José Yorg como conductor de
multitudes ni ejerce cargos de dirección en organismos federativos, no, la suya
es un liderazgo de nuevo tipo, que la ejerce desde su irrupción en el escenario
social mismo desde donde disputa espacios e influye respetuosamente. Es una
autoridad en la temática cooperativa y desde allí emana su influencia.